Avestruz
Copia del artículo aparecido en Adoplandia el
viernes 20 de abril de 2007
Avestruz
Comentando la entrada del otro día, un conocido pensó oportuno avisarme de que a veces una visión demasiado optimista de una situación o de un hecho, llega a representar un peligro.
El optimista con su forma de observar el mundo, fijándose en lo bonito, más que en lo negativo, puede ocultar los problemas.
La poca atención hacia los problemas puede bloquear o, cómo mínimo, retrasar la toma de decisiones dirigidas a evitar sus consecuencias negativas.
Una persona realista, sin llegar a ser pesimista, divisa, preve y en consecuencia se prepara por si acaso.
Presentadas así las cosas, la verdad, a uno le entra el miedo en el cuerpo... a ver si con mi actitud llego a provocar que se dejen abandonados a su destino infeliz tantos niños y tantas familias con problemas de adaptación, de falta de filiación real, en crisis por la equivocación de expectativas sobre los hijos, familias afligidas por la desilusiones fruto de un mal planteamiento de lo que es adoptar, tener hijos, educarlos y aguantarlos...
Con lo fácil que sería, para evitar todo esto, cortar por lo sano la adopción. O establecer, por ejemplo que pueden adoptar sólo el 30 por ciento de lo que lo piden. Seguro que nos evitamos el 70 por ciento de los problemas.
Me atreví a suponer que las cosas van bastante bien y resulta que no, que todo es un desastre.
Describía la felicidad que tengo en casa y ese ánimo que transmito en realidad es una instigación a delinquir... diosmio
Pues aquí defendiendo un planteamiento de felicidad y buenas perspectivas de futuro en general para el colectivo de las familias adoptantes y, al contrario, tendría que estar enchufando un altavoz de alarma sobre los riesgos, los síntomas de la crisis del sistema...
En fin que el optimista toma forma del avestruz, ese animal que, se dice, frente a un peligro o a una situación que no le gusta, mete la cabeza en un agujero y, para él y en ese momento, se acaba el problema...
Muy parecido a lo que hacen los niños, si bien cómo juego, por lo menos normalmente, cuando se tapan los ojos y la realidad desaparece...
No lo sé, siempre es sano plantearse dudas, ver la otra cara de la moneda...
Sinceramente, en estos años he visto muchísimas más familias felices, normales, con los problemas que todo el mundo tiene y resuelve, que patologías y dolor.
Algunas nos han pedido ayuda, otras han confiado sus temores.
Reflexiono desde la experiencia acumulada en estos no pocos años en los que me he dedicado y he vivido temas de adopción desde la esfera privada, pública y laboral.
Tengo la impresión que, sobretodo en estos últimos tiempos, existe un crecimiento injustificado de anunciadores profesionalizados del desastre futuro.
Es muy fácil dejarse llevar por la impresión que dan unos casos duros. Cantan y suenan esos poquitos casos muchos más que los miles de otros casos que van perfectos, bien o que no revisten gravedad.
Hay que ver cómo están realmente las cosas. El fenómeno de la adopción internacional en España es relativamente nuevo y mucho queda por estudiar.
La impresión que me he ido haciendo en estos años es la que expongo en este escrito también más adelante.
Antes, a ver si ordenando por puntos las ideas, resulta más fácil entendernos.
1) En estos últimos 7 u 8 años en España han llegado decenas de miles de niños adoptados.
2) La mayoría de los niños adoptados en este tiempo todavía no ha llegado a la adolescencia, que, aquí todos están de acuerdo, será quizás el momento de tensión más fuerte en el seno de las familias (de todas las familias).
3) El desastre no es apreciable en la actualidad, los casos de fracaso existen, pero son un porcentaje muy pequeño, tan pequeño que se puede hablar con razón de que la adopción internacional "funciona" (palabra fría en este contesto, pero nos entendemos)
4) Así que tomemos la medida de las cosas: si es verdad que un sólo niño que sufre es demasiado sufrimiento, también hay que decir que cuando se plantea un juicio de mérito sobre un entero colectivo, la base de este juicio tiene que ser general y no basarse en el caso particular.
5) Creo que el sistema de fijarse en lo [poco] que va mal, para evitar ir a peor, en este caso no es buen sistema. Las consecuencias de estigmatizar un grupo de la población acabarían siendo peor remedio que la enfermedad: no hay que bajo-valorar la reacción de la ciudadanía y sus efectos en nuestras familias, en nuestros hijos.
6) No hay que olvidar ese porcentaje de problemas, por pequeño que sea: ¡claro que no! y hay que tomar todas las iniciativas oportunas para evitar que la ratio cambie.
7) Tienen razón los que afirman que hay más personas hoy, con respecto a hace unos años, que se acercan a la adopción con unas expectativas y unas ideas equivocadas, seguro que son más hoy que hace 10 años, aunque fuera sólo por que hay mucha más gente hoy que manifiesta su deseo de adoptar que hace 10 años.
Quizás el ejemplo del avestruz sirva aplicado de otra forma.
Los papás, los adoptantes y no, tenemos la obligación de estar siempre alerta. Tenemos que saber mirar a la cara los problemas. Nunca tenemos que hacer cómo el avestruz.
Escondernos y esconder los problemas por pereza, por el siempre malentendido orgullo, por incapacidad o desatención sería muy grave.
En algunos caso necesitamos ayuda. Tenemos que pedirla, buscarla, encontrarla.
La Administración tiene que ofrecer esta ayuda y tiene que abrir puertas de muy fácil acceso a unos recursos de tipo psicológicos, a la información y al asesoramiento.
Cuidado con lo que se lega a decir: "La palabra tiene la capacidad de crear realidades" (lo leí hace unas semanas en una entrevista a Luis Landero esta frase me ha gustado tanto, me parece tan acertada, que no me canso de repetirla y la he utilizado muchas veces en estos días).
Hay que evitar las consecuencias de puntar una lupa sobre lo que va mal y acabar pintándolo todo de gris o de negro.
No hay que hacer el avestruz, de acuerdo, pero es sano aplicar también en nuestro día a día el optimismo y el ánimo, la capacidad de fijarnos en la parte buena que siempre acompaña a esa parte que no es tan buena.
Hay que ser positivos para enfrentarse con más energía a lo difícil, a lo complicado, a lo negativo.
He tenido más de una vez la impresión que se utiliza el aviso del peligro no para salvar, si no para condenar.
Es muy, muy fácil caer en esta dinámica.
Si uno tiene un problema es su culpa, por que se has metido en algo al que no tenía que acercarse. Así que rechazar y levantar barreras en lugar de ayudar.
¿Es aquella una buena posición?
No lo sé, pero no es la mía.
Prefiero decir - aunque en medio de mil problemas - que hay que buscar y se puede encontrar el espacio para ser serenos, para ser felices, para crecer, para superar las crisis.
Los problemas se resuelven fijándose siempre en que una solución existe, enseñando el camino o abriéndolo, donde no existe.
Uno puede pasar por momentos muy duros, nadie se libra en realidad de estos momentos, pero ¿nos sirve de algo regocijarnos en el sufrimiento y hasta desear de alegrarse por que hay otra gente que también lo pasa mal?
Prefiero regar la planta del buen ánimo, por reseca que sea, que construir invernaderos donde se cultiva una equivocada visión "pesimista" de la existencia.
¿me paso con mi optimismo y con mis ganas de verlo todo de colores bonitos?
¿exagero con la confianza?
No problem, por uno así hay por lo menos otros dos que piensan lo contrario y que no dejarán de avisarnos del peligro.
En el fondo gracias a este equilibrio imperfecto puedo permitirme en este espacio mayores libertades y ser más positivo.
Buen fin de semana
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